martes, 29 de octubre de 2013

Charlas con cerveza: historias cortas (1)

Dichosos vosotros que andáis de un lado para otro a vuestra merced. Sin rumbo fijo, sin ataduras, sin preocupaciones. Yo en cambio, un viejo edificio con mas años que ladrillos, permanezco aquí inmóvil, viendo pasar los días iguales por mis paredes, las noches idénticas desde mis ventanas, las caras impasibles a través de mis espejos, y si os digo la verdad, estoy asqueado de mi existencia. 

Entre estas paredes he visto morir y he visto nacer, pero lo mas impactante, sin duda, ha sido ver crecer a niños y niñas. Ver como se iban corrompiendo poco a poco e iban corrompiendo todo a su alrededor. Drogas, alcohol, robos, armas. Al fin y al cabo todo eso esta en la naturaleza del hombre. 
Hay quien dice que el hombre es bueno por naturaleza, y es la sociedad la que lo vuelve malo. Yo creo que eso es una gigantesca porquería. El hombre es malvado, vengativo, asesino por naturaleza, y es la sociedad la que lo reprime y lo amolda. Todos esos valores, esas doctrinas esos principios. La dignidad. El honor. La lealtad. Todo eso no es mas que basura. Basura que sirve para amoldar a los hombres y convertirlos en lo que son. Humanos deshumanizados. Acaso es malo follar? Acaso es malo comer carne? Acaso es malo que cada uno haga lo que quiera con su propio cuerpo? 
Sabéis, a veces es necesario ver las cosas desde otro punto de vista. Por ejemplo: seria lógico pensar que odio a los humanos por tenerlos correteando día y noche dentro de mi, por ensuciarme los rellanos y llenarme las paredes de mierda, por romperme las puertas y ventanas, por sobrecargar mis suelos y descascarillar mis techos, sin embargo, no los odio por eso. 
Realmente no odio a los humanos, es mas como que me llega un olor a podrido desde cada uno de ellos. Están todos podridos por dentro y ni uno solo se salva. Televisión, anuncios, la iglesia. Todo esta dispuesto para corromperlos desde bien pequeños y que no se hagan preguntas mas tarde. Y porque os digo todo esto? Pues porque podría muy bien dejarme derrumbar y acabar de una vez con todo, podría hacerme pedazos si quisiera. Si, podría, pero en el fondo de mis cimientos se que no lo haré, porque yo estoy tan podrido como ellos. Si amigos, estoy corrompido por los años. Me he vuelto blando y sensible. Un poco gruñón quizá, pero es lo que me queda, y por mucho que lo intente, se que no seria capaz de dejar sin hogar a esas pobres criaturas que dependen de mi para desarrollar el día a día de sus falsas y sucias vidas. En el fondo, son libres de hacer con sus vidas lo que deseen, y yo ya formo parte de ellas. Tanto es así que tengo algo por cierto, y es que el final de mis días vendrá de la mano de los hombres. 
Al menos me queda la satisfacción de pensar que cuando me derrumbe sera un momento apoteósico. Si, excitantemente brillante. 
Si los edificios pudiésemos beber, seria el momento perfecto para una buena cerveza, no creéis?

lunes, 28 de octubre de 2013

Sobre el odio

El odio es un sentimiento un tanto extremo. No es rechazar, ni despreciar, ni infravalorar, ni decir que no te gusta. Es mas que todo eso junto.

Para mi odiar a una persona supondría querer que la vida de esa persona fuese un infierno, querer lo peor para ella. Por eso, me resulta demasiado violento odiar a alguien sin motivos de peso.
En cambio, hay personas que sienten la necesidad de odiar a otras, o al menos de creer que las odian. Para ello buscan constantemente argumentos que justifiquen ese odio, pero que, al cabo de un tiempo, resultan ser tan absurdos e infantiles que parecen sacados de un monologo de los cutres.

Normalmente, empiezan por buscar fallos en la otra persona. Después pasan a recopilar ocasiones pasadas en las que dicha persona hizo algo que pueden reprocharle. Por ultimo, van dejando paulatinamente de lado a esa persona, y esperan a que ocurra algo que desencadene el odio acumulado para, justo en ese momento, soltar el discurso que han preparado mentalmente, en el cual utilizan todos los reproches, defectos y excusas.
Lo que viene después es el momento en el que se dan cuenta del sin sentido de los motivos por los que odian a la otra persona, pero aun así continúan fingiendo que la odian, ya que son demasiado orgullosas.

Para concluir y para quitarle un poco de seriedad e importancia a todo esto, aqui dejo un poema de Roger Wolfe sobre el tema que estamos tratando:

Odio


                                Me faltan algunos odios todavía.
                                          Estoy seguro de que existen.
                                                                                      Céline
El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el locutor deportivo
de la radio del vecino
esos domingos por la tarde.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el macaco de uniforme
que sentencia -arma
al cinto- que el semáforo
no estaba en ámbar, sino en rojo.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el cívico paleto
vestido de payaso
que te dice
que no se permiten perros
en el parque.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con la gente que choca contigo
por la calle
cuando vas cargado
con las bolsas de la compra
o un bidón de queroseno
para una estufa
que en cualquier caso
no funciona.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con los automovilistas
cuando pisas un paso de peatones
y aceleran.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el neandertal en cuyas manos
alguien ha puesto
ese taladro de percusión.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
cuando le dejas un libro a alguien
y te lo devuelve en edición fascicular.

El odio es una edición crítica
de Góngora.

El odio son las campanas
de la iglesia
en mañanas de resaca.

El odio es la familia.

El odio es un cajero

que se niega a darte más billetes
por imposibilidad transitoria
de comunicación con la central.

El odio es una abogada
de oficio
aliándose con el representante
de la ley
a las ocho de la mañana
en una comisaría
mientras sufres un ataque
de hipotermia.

El odio es una úlcera
en un atasco.

El odio son las palomitas
en el cine.

El odio es un cenicero
atestado de cáscaras de pipa.

El odio es un teléfono.

El odio es preguntar por un teléfono
y que te digan que no hay.

El odio es una visita
no solicitada.

El odio es un flautista
aficionado.

El odio 

en estado puro
es retroactivo
personal
e intransferible.

El odio es que un estúpido
no entienda
tu incomprensión,
tu estupidez.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con este poema
si tu pluma
valiera
su pistola.


viernes, 4 de octubre de 2013

Introducción

Hola intrépido lector, te encuentras en la cueva. Aquí no vas a poder encontrar piedras preciosas, ni maravillas nunca vistas, solo polvo y suciedad. Está un poco desordenado pero pasa, no te cortes. En el fondo, el ambiente es acogedor y, a pesar de su aspecto rudo y frío, si miras un poquito hacia la parte oscura seguro que cuando tus ojos se acostumbren encuentras alguna cosa de tu agrado. Porque no hay cosas increíbles pero si inusuales, peculiares, pequeñas, desconcertantes, y sobre todo olvidadas. Así que, adelante, te invito a que las descubras. Bienvenido a mi cueva.